Maria Madre de Jesús - Parroquia San Martin de Tours

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María

La Anunciación
En los calendarios antiguos, la Fiesta de la Anunciación de la Santísima Virgen María (25 marzo), también se llamó FESTUM INCARNATIONIS, INITIUM REDEMPTIONIS CONCEPTIO CHRISTI, ANNUNTIATIO CHRISTI, ANNUNTIATIO DOMINICA. En el Oriente, donde la participación de María en la Redención es celebrada como una fiesta especial, la Anunciación es una festividad de Cristo el 26 de diciembre. En la
iglesia latina es una celebración mariana. Probablemente originó brevemente antes o después del concilio de Efesio (c. 431).
En los tiempos del Sínodo de Laodicea (372) la festifidad no era conocida. San Proclo, Obispo de Constantinopla (d. 446), sin embargo, parece mencionarlo en una de sus homilías. Indica que la festividad de la venida de Nuestro Señor y Salvador, cuando se hizo hombre (quo hominum género indutus), era famosa durante el quinto siglo entero. Esta homilía, sin embargo, puede no ser genuina, o las palabras pueden entenderse como en referencia a la fiesta de Navidad.
En la Iglesia latina esta fiesta se menciona primero en el Sacramentarium del Papa Gelasius (d. 496), de ello poseemos un manuscrito del Siglo VII; también se contiene en el Sacramentarium de San Gregorio (d. 604), un manuscrito de fecha anterior al Siglo VIII. Desde que estos sacramentarios contienen agregados posteriores al tiempo de Gelasius y Gregorio, Duchesne (Origines du culte chrétien, 118, 261) atribuye el origen de esta fiesta en Roma del Siglo VII; Probst, sin embargo, (Sacramentarien, 264) piensa que realmente pertenece al tiempo del Papa Gelasius. El décimo Sínodo de Toledo (656), y Sínodo de Trullan (692) habla de esta festividad, como una de carácter universal celebrada en la Iglesia Católica.
Toda la cristiandad antigua (contra toda posibilidad astronómica) reconoció el 25 de marzo como el día real de la muerte de Nuestro Señor. La opinión que la Encarnación también tuvo lugar en esa fecha se encuentra en el trabajo pseudo-Cyprianico "De Pascha Computus", c. 240. Allí se defiende que la venida de Nuestro Señor y Su muerte deben de haber coincidido con la creación y caída de Adán. Y desde que el mundo se creó en primavera, el Salvador también fue concebido y murió brevemente después del equinoccio de primavera. Cálculos imaginarios similares se encuentran en la parte tardía de la Edad Media, y de conformidad con ellos, las fechas de la fiesta de la Anunciación y de Navidad comparten su origen.
De allí que los martiriologios antiguos asignan al 25 de marzo a la creación de Adán y a la crucifixión de Nuestro Señor; también ubican allí, la caída de Lucifer, el paso de Israel a través del Mar Rojo y la inmolación de Isaac (Thruston, Navidad y el Christian Calendario, Amer. Eccl. Rev., XIX, 568.) La fecha original de esta fiesta era el 25 de marzo. Aunque en los tiempos antiguos, la mayoría de las iglesias no guardó ninguna fiesta en Cuaresma, la Iglesia Griega en el Sínodo de Trullan (en 692; 52) hizo una excepción en favor de la Anunciación. En Roma, era siempre celebrado el 25 de marzo.

La Iglesia española lo transfirió al 18 de diciembre, y cuando algunos intentaron introducir para ello la fecha del 25 de marzo, el 18 de diciembre fue oficialmente confirmado en toda la Iglesia Española, por el décimo Sínodo Toledo (656). Esta ley fue abolida cuando la liturgia romana fue aceptada en España.

Desde la iglesia de Milán hasta nuestros días, se asigna el oficio de esta festividasd al último domingo de Advento. En el 25 de marzo una Masa se canta en honor de la Anunciación (Ordo Ambrosianus, 1906; Magistretti, Beroldus, 136.) Los armenios cismáticos celebran esta fiesta ahora en el 7 de abril. Debido a que para ellos la Epifanía es la fiesta del nacimiento de Cristo, la Iglesia Armenia asignó la Anunciación al 5 de enero, la vigilia de Epifanía.

Esta fiesta siempre fue un día santo de obligación en la Iglesia Universal. Como tal, se abrogó primero para Francia y las dependencias francesas, 9 abril, 1802,; y para los Estados Unidos, por el Tercer Concilio de Baltimore, en 1884. Por un decreto del S.R.C., 23 abril de 1895, el rango de la fiesta se levantó de un doble de la segunda clase a un doble de la primera clase. Si esta fiesta cae dentro de Semana Santa o Semana de Pascua, su oficio se transfiere al lunes después de la octava de Pascua. En algunas iglesias alemanas era costumbre para guardar su oficio para el sábado antes de Domingo de Palmas, siempre que el 25 de marzo ocurriera en Semana Santa.

La Iglesia griega, cuando el 25 de marzo ocurre en uno de los tres días últimos de la Semana Santa, transfiere la Anunciación al lunes de Pascua; para todos los otros días, incluso el Domingo de Pascua, su oficio se mantiene con el del día. Aunque ninguna octava se permite en Cuaresma, las Diócesis de Loreto y de la Provincia de Venecia, las Carmelitas, dominicanos, servitas, y redemptoristas, celebran esta fiesta con una octava.

La Visitación
Según Lucas 1:36, el ángel Gabriel le dijo a María en el momento de la Anunciación, "Isabel, tu parienta, también ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el mes sexto de la que era estéril". Sin poner en duda la verdad de las palabras del ángel, María decidió enseguida contribuir a la alegría de su piadosa pariente. Por ello, continúa el evangelista (1:39):" En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel". Aunque María debe haberle comunicado a José su propósito de realizar esa visita, es difícil determinar si él la acompañó; si dio la casualidad de que el momento de la visita coincidía con alguna de las temporadas de fiestas en que los israelitas tenían que acudir al Templo, habría pocas dificultades acerca de la compañía.

La casa de Isabel ha sido localizada en varios emplazamientos según los diferentes escritores: ha sido situada en Machaerus, unas diez millas al este del Mar Muerto, o en Hebrón, o de nuevo en la antigua ciudad sacerdotal de Jutta, unas siete millas al sur de Hebrón, o finalmente en Ain-Karim, la tradicional S. Juan-en-la-Montaña, unas cuatro millas al oeste de Jerusalén. (51) Sin embargo, los tres primeros sitios no poseen ningún monumento conmemorativo del nacimiento o de la vida de S. Juan; además, Machaerus no estaba situada en las montañas de Judá; Hebrón y Jutta pertenecían a Idumea, después de la cautividad babilónica, en tanto que Ain-Karim está situada en las "montañas" mencionadas en el texto inspirado de S. Lucas.

Después de un viaje de unas treinta horas, María "entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel" (Lucas 1:40). Según la tradición, en la época de la visitación Isabel no vivía en su casa de la ciudad sino en su villa, a unos diez minutos de la ciudad; antiguamente este lugar estaba señalado por una iglesia superior y otra inferior. En 1861 se erigió sobre los antiguos cimientos la pequeña iglesia actual de la Visitación.

"Así que oyó Isabel el saludo de María, exultó el niño en su seno". Fue en este momento cuando Dios cumplió la promesa hecha por el ángel a Zacarías (Lucas 1:15), "desde el seno de su madre será lleno del Espíritu Santo"; en otras palabras, el niño que Isabel llevaba en su seno fue purificado de la mancha del pecado original. Se desbordó la plenitud del Espíritu Santo en el alma de su madre, "e Isabel se llenó del Espíritu Santo" (Lucas 1:41). Así, tanto la madre como el hijo fueron santificados por la presencia de María y del Verbo Encarnado; llena como estaba del Espíritu Santo, Isabel "clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque así que sonó la voz de tu salutación en mis oídos, exultó de gozo el niño en mi seno. Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor" (Lucas 1:42-45). Dejemos a los comentaristas la explicación completa del pasaje precedente, y centremos nuestra atención sólo en dos puntos:
Isabel comienza su saludo con las mismas palabras con las que el ángel había terminado su salutación, mostrando de esta manera que ambos hablaban por inspiración del Espíritu Santo.
Isabel es la primera en llamar a María por su título más honorable "Madre de Dios".
La respuesta de María es el cántico de alabanza denominado comunmente Magnificat, por la primera palabra de su texto en latín; el "Magnificat".

El evangelista termina su relato de la Visitación con las palabras: "María permaneció con ella como unos tres meses y se volvió a su casa" (Lucas 1:56). Muchos ven en esta breve frase del tercer evangelio una sugerencia implícita de que María permaneció en casa de Zacarías hasta el nacimiento de Juan el Bautista, mientras que otros niegan tal implicación. Dado que la Festividad de la Visitación fue emplazada el 2 de julio por el cuadragésimo tercer canon del Concilio de Basilea (1441 d. de J.C.), el día siguiente a la octava de la Festividad de S. Juan Bautista, se ha deducido que posiblemente María permaneciera con Isabel hasta después de la circuncisión del niño; pero no hay más pruebas que corroboren esta suposición. Aunque la Visitación es descrita con tanta precisión en el tercer evangelio, su festividad no parece haberse celebrado hasta el siglo XIII, cuando fue introducida a través de la influencia de los franciscanos; fue instituida oficialmente en 1389 por Urbano VI.

El embarazo de María llega a conocimiento de José
Después del regreso de casa de Isabel, "se halló haber concebido María del Espíritu Santo" (Mateo 1:18). Dado que entre los judíos los esponsales constituían un verdadero matrimonio, el uso del matrimonio después del tiempo de los esponsales no era nada extraño entre ellos. Por ello, el embarazo de María no podía sorprender a nadie mas que al mismo S. José. La situación debió haber sido extremadamente dolorosa tanto para él como para María, ya que él no conocía el misterio de la Encarnación. El evangelista dice: "José, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvió repudiarla en secreto" (S. Mateo 1:19). María dejó la solución a esta dificultad en manos de Dios, y Dios informó en su momento al asombrado esposo de la verdadera condición de María. Mientras José "reflexionaba sobre esto, he aquí que se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:20-21).

No mucho después de esta revelación, José concluyó el ritual del contrato de matrimonio con María. El Evangelio dice sencillamente: "Al despertar José de su sueño hizo como el ángel del Señor le había mandado, recibiendo en casa a su esposa" (Mateo 1:24). Si bien es cierto que deben haber pasado al menos tres meses entre los esponsales y el matrimonio, durante los cuales María permaneció con Isabel, es imposible determinar con exactitud el lapso de tiempo transcurrido entre las dos ceremonias. No sabemos cuánto tiempo después de los esponsales le anunció el ángel a María el misterio de la Encarnación, y tampoco sabemos cuánto duró la duda de S. José antes de que fuera iluminado por la visita del ángel. Teniendo en cuenta la edad a la que las doncellas judías se convertían en casaderas, es posible que María diera a luz a su Hijo cuando contaba alrededor de trece o catorce años de edad. Ningún documento histórico nos dice qué edad tenía en realidad en el momento de la Natividad.

El viaje a Belén
Lucas (2:1-5) explica cómo José y María viajaron desde Nazaret hasta Belén obedeciendo un decreto de César Augusto que ordenaba un empadronamiento general. Las cuestiones relacionadas con este decreto han sido tratadas en el artículo CRONOLOGÍA BÍBLICA. Se dan varias razones por las que María debe haber acompañado a José en este viaje: es posible que ella no deseara perder la protección de José durante este periodo crítico de su embarazo, o puede que haya seguido una inspiración divina especial que la impulsaba a marchar para que se cumplieran las profecías referentes a su divino Hijo, o también puede que fuera obligada a ir debido a la ley civil, ya fuera como heredera o para satisfacer el impuesto personal que había que pagar por las mujeres mayores de doce años.
Dado que el empadronamiento había atraído a multitud de extranjeros a Belén, María y José no encontraron sitio en la posada de la caravana y tuvieron que alojarse en una gruta que servía de refugio para los animales.  

María da a luz a Nuestro Señor

"Estando allí, se cumplieron los días de su parto" (Lucas 2:6); este lenguaje no deja claro si el nacimiento de Nuestro Señor ocurrió inmediatamente después de que José y María se hubieran alojado en la gruta, o varios días después. Lo que se narra acerca de los pastores "estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebaño" (Lucas 2:8) muestra que Cristo nació durante la noche.

Después de dar a luz a su Hijo, María "le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre" (Lucas 2:7), señal de que no sufrió dolores ni debilidades en el parto. Esta deducción coincide con las enseñanzas de algunos de los principales Padres y teólogos: S. Ambrosio, S. Gregorio de Nyssa , S. Juan Damasceno, el autor de Christus patiens, Sto. Tomás, etc. No era adecuado que la madre de Dios estuviera sujeta al castigo pronunciado en Génesis 3:16 contra Eva y sus hijas pecadoras.

Poco después del nacimiento del niño los pastores, obedientes a la invitación del ángel, llegaron a la gruta "y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre" (Lucas 2:16). Podemos suponer que los pastores divulgaron las felices nuevas que habían recibido durante la noche entre sus amigos en Belén, y que la Sagrada Familia fue recibida por alguno de sus habitantes piadosos en un alojamiento más adecuado.

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